dimarts, 23 d’octubre del 2007

SI EL SUR FUERA EL NORTE

A la web de DYES hi ha moltes fotos de Sierra Leona, del treball de Chema i de DYES, etc. però tinc molt de carinyo a aquesta foto d'un gran amic de Chema, Gervasio Sánchez (Chema és el de les ulleres)

Adjunto un article de l'amic Chema Caballero amb motiu de la setmana contra la pobresa de Mérida. Altres cops us he parlat de Chema, un misioner javerià que viu i treballa a Madina (Sierra Leona) i que té una experiència importantíssima amb el treball en la recuperació de nens soldats. Chema manté un blog del que m'he tornat un adicte i que recomano. També forma part d'una ONG, DYES (desarrollo y educación en Sierra Leona) que desenvolupa diferents projectes de cooperació i que necessita força suport. Crec que l'article és força clar i entenedor i que transcendeix les peticions concretes d'ajuda, no és una excusa per fer propaganda de la ONG però no seria just que ho amagués.


Si el Sur fuera el Norte nada cambiaría, bueno miento, algo sí: los topónimos y los nombres de las personas. Las hambrunas no se desatarían en la zona de Kabombolay sino en la de Villaseca del Páramo.

Si el Sur fuera el Norte, cambiarían los nombres pero no las situaciones. Para la mayoría de los habitantes del Norte, el Sur sería el Paraíso que buscan y anhelan. Por entrar en él, estarían dispuestos a dejarse la vida. Habría un Sur-fortaleza, que se atrincheraría cada día más, rodeándose de vallas, cada vez más altas, para evitar el asalto de los desfavorecidos, que huirían de las condiciones de muerte que viven en sus países de Europa o América del Norte. En estos países se viviría la realidad opuesta al Paraíso, y todo sabemos que lo opuesto al Paraíso es el infierno. Millones de personas viven cada día un infierno sin tener la capacidad ni los medios para salir de él. Sólo que está vez serían ceutíes o melillenses los que intentarían saltar la valla para entrar en el Paraíso llamado Marruecos

Si el Sur fuera el Norte, la gran mentira de los poderosos seguiría siendo la globalización, que contribuiría a condenar y marginar al 85% de la humanidad como población excedente, mientras el 15% restante cada día podría disfrutar de los privilegios del Paraíso. El bienestar de los privilegiados del Sur estaría basado en la explotación y el abuso de ese 85% de la humanidad.

Si el Sur fuera el Norte, nuestra ropa y zapatillas de deportes, nuestros balones de fútbol, nuestras alfombras y muebles, nuestros teléfonos móviles,... estarían fabricados en maquilas de Alemania o Luxemburgo por niños o por adultos, que trabajarían en turnos de 14 horas, por 34 céntimos de euro al día. Mientras, los grandes ejecutivos de las multinacionales del Sur ganarían 100 millones de euros al año.

Si el Sur fuera el Norte, sus habitantes intentarían lavarse la conciencia dando veinte euros al mes a alguna ONG o adoptando a un niño del Norte. Mientras seguirían con sus negocios como si nada fuera con ellos. Los habitantes de Senegal o Bangladesh, por ejemplo, mostrarían orgullosos la fotografía de su niño, todo blanquito y rubio, que gracias a su generosidad ahora puede ir al colegio y tomar un vaso de leche al día. Y comentarían, entre bocado y bocado, “lo que mas me admira de los blanquitos es que a pesar de la pobreza y el hambre siempre sonríen”.

Si el Sur fuera el Norte, se inventaría acuerdos bilaterales, tratados internacionales, declaraciones universales para seguir manteniendo su status. Controlarían a los países del Norte y a sus ciudadanos a través de una serie de instituciones diabólicas que podrían llamarse Banco Mundial o Fondo Monetario Internacional.

Si el Sur fuera el Norte, nada cambiaría… porque no es cuestión de líneas divisorias, sobre trozos de papel, con reglas y compases. Las fronteras, en realidad, están marcadas sobre el terreno, con la sangre de tantos y tantos inocentes, para que unos pocos puedan justificar y perpetuar sus privilegios. Cuando se camina a ras del suelo, las fronteras no se ven, sino fuera por los soldados desplegados a lo largo de ellas. Entonces te das cuenta de que ahí termina algo, porque justo detrás de éstos, se divisan otros soldados con uniforme parecido que, con similares armas, te señalan el comienzo de algo distinto. Nos engañan desde bien pequeños. Los medios de comunicación, los libros de texto, las historias de nuestros abuelos, las consignas de las fiestas nacionales y de guardar... Siempre somos los mejores, los elegidos de Dios y, en consecuencia, tenemos que defender lo que “es nuestro” y que nos lo quieren arrebatar nuestros envidiosos vecinos.

Si el Sur fuera el Norte o si el Norte siguiera siendo el Norte y el Sur el Sur daría lo mismo porque de todas formas llegaríamos al mismo punto en el que nos encontramos. Una situación límite, que no es sostenible. Donde las instituciones, nacionales e internacionales, son incapaces de cambiar. Están subordinadas al dinero y han arrinconado, ninguneado, al ser humano.

Por tanto no es cuestión de nombres, es cuestión de actitudes, de implicarse, de mojarse, de cambiar nuestro estilo de vida. Solamente si la gente común, el ciudadano de a pie recupera el control de su vida y destino, el mundo podrá cambiar y las fronteras desaparecerán.

No se trata de soñar imposibles, sino de implicarse en ese borrar las fronteras que nos separan. Hay que apostar por el ser humano, ponerle en el centro de todo. Desterrar el poder de los poderosos y engreídos que con su culto al dinero nos engañan y nos oprimen. Entonces hablaremos de una Nueva Humanidad, sin divisiones, sin abusos, sin injusticias,... Esto no es un sueño ni una utopía, la fuerza de los pequeños, de los ignorados, puede realizar el milagro.