Salud, peña, familia o ciudadanos varios que han tenido el despiste de haber dado algún día su correo. Me ha dado por escribir de esta manera un tanto pedantorra y por eso os pido disculpas por no haberos prácticamente ni saludado. Se que a algunos les incordia sobremanera el tema de los correos colectivos y a ellos les recuerdo la utilidad de esa pestaña que esta en todos los servidores de correo que dice borrar, o algo por el estilo. No se me corten. En la medida de lo posible, iré enviando algún correo personal para que no se queden tan fríos. Por aquí, como os podéis imaginar, sol y buen tiempo. Estamos razonablemente bien y las cosas, desde luego, siempre podrían salir bastante peor. A unos y a las otras, un abrazo enorme. Adolfo.
Domingo, 15 de julio
Mucho os hemos hablado estos días acerca del nivel de violencia latente en la sociedad israelí, que se manifiesta fácilmente en la agresividad, en la falta de cortesía o educación en las relaciones cotidianas, en un vivir en tal estado de tensión que cualquier alteración que provenga del exterior de uno mismo es sentida casi como una amenaza de muerte, con el consiguiente desencadenamiento de aquellos mecanismos que el ser humano lleva grabados en su código genético desde que era un indefenso simio a punto de ser devorado por cualquier bestia del Paleolítico, si Superior o Inferior no importa (en paz descanses, MVM); el primero de los cuales es el bloqueo de la respiración ventral y la adopción del mando de operaciones de nuestro cuerpo por parte de esa especie de piloto automático cuyo fin inmediato es garantizar la supervivencia. Sin animo de llevar en exceso la contraria a Tal (nuestra guía, interprete y canguro) y con la obligada humildad de llevar apenas seis días en este país, no me parece que esa idiosincrasia que otorga Tal a la sociedad israelí sea tan diferente de la que podría tener cualquier nación, occidental por lo menos. Muchos europeos de buen corazón y simpatías palestinas me han comentado alguna vez que no podían entender como los israelíes soportaban sin demasiadas objeciones la política de exclusión y humillación de su gobierno para con los palestinos. La pregunta que yo me hago es exactamente la contraria: Seriamos los españoles capaces de reaccionar de forma diferente si tuviésemos que vivir una situación similar?
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Ya os ha hablado Toni en el correo paralelo que va pergeñando, de esa no tan curiosa norma que rige en las escuelas de este país que obliga a los niños a ser educados en el mismo grupo desde preescolar hasta el servicio militar (1). La voluntad de formar a la infancia y la juventud en los mismos valores (que ya os podéis imaginar cuales son) y el intentar que el propio rebaño cuide por si mismo de que no se le desarrollen las ovejas descarriadas están, muy probablemente, en los fundamentos últimos de esta medida.
(1) El servicio militar en Israel dura tres años para los hombres y uno para las mujeres, pasando después a una situación de reserva -que no es moco de pavo- hasta los 45 años.
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